Ni el deshielo de los polos ni la extinción de especies.
La crisis raíz de nuestro tiempo no es medioambiental, sino cultural.
La imposición de una forma de vivir determinada como la única posible conduce a la erosión de la salud y el medio ambiente.
Por lo tanto, no podemos resolver las crisis medioambientales y sociales desde el mismo marco cultural que las creó. Esto ya se ha intentado. Comúnmente lo llamamos arquitectura sostenible y su impacto real es menos atractivo que su marketing.
Por ejemplo, piensa en la cultura del vehículo privado en Estados Unidos, cada vez más extendida por todo el mundo.
Imagina la siguiente sucesión de eventos:
Durante décadas se promociona la casa unifamiliar con jardín privado como el estilo de vida ideal.
Estas casas se construyen en barrios residenciales alejados de las zonas de trabajo, ocio y servicios. Esto supone que cada familia necesite varios vehículos para desplazarse cada día.
Conforme aumenta la dependencia del vehículo privado, las carreteras deben aumentar de tamaño progresivamente.
Las tiendas, edificios de oficinas y restaurantes también necesitan incorporar áreas de aparcamiento cada vez más grandes para poder absorber más vehículos de empleados y clientes.
Las aceras se reducen para hacer hueco a más carriles y más aparcamiento. Las calles se vuelven tan inhóspitas que es difícil caminar, por lo que más personas deciden conducir.
Cuando ya no queda espacio libre en la superficie, se construyen aparcamientos subterráneos para poder seguir absorbiendo más y más coches.
Si los aseos del aparcamiento tienen inodoros inteligentes de doble descarga, es posible que el proyecto reciba algún premio de sostenibilidad.
Como vemos, la sostenibilidad es la respuesta correcta a la pregunta errónea. Al centrarnos en mejorar aspectos anecdóticos no somos capaces de abordar la raíz del problema.
El árbol no nos deja ver el bosque.
Sin embargo, esto no quiere decir que debamos descartarla por completo. La sostenibilidad es a la arquitectura lo que el ibuprofeno es a la medicina. Podemos utilizarla para ocultar los síntomas a corto plazo, pero no debería ser nuestro plan a largo plazo.
Del mismo modo, ni los coches eléctricos ni el hormigón verde resuelven el problema de raíz, pero esto no quiere decir que no puedan ser útiles. La tecnología no es el enemigo, sino un aliado.
Que quede claro:
No se trata de volver al pasado
De hecho, mirar al pasado es un arma de doble filo.
Por una parte, nos permite entender que la cultura que predomina hoy no es absoluta ni la única posible. Esto quiere decir que tenemos margen para reimaginarla.
Por otra parte, mirar al pasado conlleva el peligro de romantizar la escasez. Sería un error idealizar la resiliencia humana en el mundo premoderno sin reconocer las dificultades con las que nuestros antepasados se veían obligados a convivir.
Además, tendemos a simplificar el pasado para adaptarlo a la narrativa que más nos interesa. Por ejemplo, nos lamentamos por la actual dependencia de fuentes de energía no renovables y la comparamos con el uso de fuentes de energía limpias en el pasado.
Sin embargo, la realidad es siempre mucho más compleja.
En el caso de las sociedades que dependían de la madera como fuente de energía, su suministro no fue siempre renovable: la tala excesiva de árboles impidió la regeneración de los bosques en muchas regiones del mundo, por ejemplo, alrededor del Mediterráneo1.
Por lo tanto, buscar ideas en el pasado no implica querer volver al pasado. Podemos inspirarnos en principios ancestrales para imaginar soluciones creativas utilizando tecnología actual, evitando una dependencia excesiva.
No se trata de volver al pasado, sino de reinventar el futuro.
Olvidarnos del árbol y poner la mirada en el bosque.
De la transición energética a la transformación cultural
Hace algunas semanas te hablaba del yackchal o de la ciudad de Machu Picchu como ejemplos de arquitecturas que trabajan con la naturaleza y no contra ella. Sus creadores no tenían como objetivo reducir su huella de carbono o mejorar su salud; simplemente actuaban desde otras interpretaciones de la realidad. Su impacto medioambiental y social no es un fin en sí mismo, sino la consecuencia de un modelo del mundo más equilibrado.
Por lo tanto, la transición energética no será suficiente si no viene de la mano de una transformación cultural.
En palabras de Jupta Itoewaki, activista por los derechos del pueblo Wayana, «cuando las personas no indígenas vienen a mi comunidad, intentan enseñarnos sobre gestión forestal sostenible. Pero nosotros somos los bosques, respiramos los bosques. Ni siquiera podemos traducir gestión forestal sostenible a nuestro idioma; para nosotros es simplemente una forma de vivir»2.
¿Cuál es la nuestra?
PD1. Si te interesa esta visión de la sostenibilidad alejada del greenwashing, te recomiendo echar un vistazo a Planeta Mauna Loa, un boletín semanal sobre medioambiente, naturaleza y cambio climático. Detrás del proyecto están Tania y Juan, dos periodistas que escriben de forma sencilla y clara, bien documentada y alejada de alarmismos. Puedes leer sus artículos aquí.
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PD3. Enviado desde Alicante ☀
📖 Posts relacionados:
Vaclav Smil, Energy and Civilization: A History (Cambridge, Massachusetts: The MIT Press, 2017), 388.
Jupta Itoewaki, «An Indigenous Perspective on Humanity’s Survival on Earth» (TED Talk, New York, septiembre de 2022).
Imposible no aprender leyéndote, tus textos invitan mucho a la reflexión.
De este en concreto me quedo con: "tendemos a simplificar el pasado para adaptarlo a la narrativa que más nos interesa".
Empiezo a entender además que hay que alejarse en la medida de lo posible del "greenwashing" y acercarse a la sostenibilidad real.
No podemos resolver un problema desde la misma lógica que lo generó. La sostenibilidad entendida como parche técnico sin cambio cultural profundo se queda corta. Para mí la pregunta es ¿qué visión del mundo estamos reproduciendo sin darnos cuenta?