El domingo pasado Raúl publicó el podcast que grabamos hace unas semanas.
Como siempre, lo primero que hice es enviárselo a mi madre.
«Hijo está muy bien pero esto es larguísimo. La gente no tiene tiempo. Resúmelo o haz algo.»
Haz algo.
Decidí resumir la conversación en tres puntos. Si llevas tiempo recibiendo estos correos, es posible que algunos te suenen. Al final te dejo el enlace al podcast completo, que incluye historias más personales.
Por ahora, tres puntos:
1. Sobre lo antifrágil
Parte de la conversación con Raúl gira en torno al concepto de antifrágil del filósofo Nassim Taleb.
Taleb define antifrágil como aquello que se beneficia del paso del tiempo, el estrés o la volatilidad. Es decir, aquello que mejora gracias al cambio, la variabilidad y la incertidumbre.
Según Taleb, algo que no resiste la volatilidad es frágil; algo que sí la resiste es robusto o resiliente, y algo que no solo la resiste, sino que, además, se beneficia de ella, es antifrágil.
Por ejemplo, según la mitología griega:
Damocles era frágil. Disfrutaba cómodamente de un banquete mientras una espada sujeta de un hilo colgaba sobre su cabeza. La más mínima volatilidad en su entorno podría hacer que el hilo se rompiera y muriera.
El Ave Fénix era robusto o resiliente. Renacía de sus propias cenizas. Podía recuperarse y renovarse después de cada ciclo de vida. Era indiferente a la volatilidad y el desorden.
La Hidra era antifrágil. Cada vez que se le cortaba una cabeza, le crecían dos más en su lugar. Se beneficiaba del estrés y el paso del tiempo.
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2. Girasoles sin sol
Raúl y yo también hablamos de los edificios que nos alejan del exterior y que dependen de iluminación, climatización y ventilación artificiales. Me pregunta por qué creo que pueden ser tan problemáticos y le cuento el experimento con girasoles que realizaron biólogos de la Universidad de California allá por 2016.
Básicamente, al colocar los girasoles en una habitación cerrada, los investigadores se dieron cuenta de que estos continuaban girando, siguiendo el recorrido del sol. Por la noche, rotaban 180 grados para volver a la posición original y empezar de nuevo.
Esto permitió a los biólogos concluir que el movimiento de estas plantas no es simplemente una respuesta a un estímulo externo, sino que está codificado en sus genes. Los girasoles tienen un reloj interno que guía su comportamiento: su reloj circadiano o biológico.
Sin embargo, este cronómetro interno depende de señales externas para mantenerse sincronizado. Tras unos días encerrados, los girasoles empezaron a perder la sincronización con el movimiento del sol, hasta que su comportamiento se desfasó por completo. Esto afectó a su capacidad de crecimiento y reproducción.
Igual que los girasoles, los seres humanos tenemos un reloj circadiano que se sincroniza con la luz del sol y la temperatura. Cuando nos alejamos de los ritmos naturales del día y la noche, nuestro reloj interno se desajusta y sufrimos las consecuencias.
Hoy pasamos más del 90 % de nuestro tiempo en espacios cerrados. Y debido a nuestra obsesión por el control y la eficiencia, los edificios están cada vez más desconectados del exterior. Por ejemplo, piensa en los grandes hospitales modernos, donde profesionales y pacientes pierden la noción del tiempo. El día se confunde con la noche y el invierno con el verano.
El caso es que desajustar nuestro reloj interno aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares, trastornos metabólicos, depresión, problemas de insomnio, cáncer o enfermedades neurodegenerativas. Sin darnos cuenta, somos como esos girasoles encerrados en habitaciones que han perdido su conexión natural con el sol.
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3. El número en el suelo
Raúl me preguntó si vivir fuera de España había cambiado mi forma de pensar la arquitectura. Países Bajos, Azerbaiyán, Emiratos Árabes, Estados Unidos... Creo que sí, porque me ha obligado a ampliar mi perspectiva.
Una de las cosas más difíciles al diseñar edificios es evitar diseñarlos para ti. Salir de tu cabeza y entrar en la de otras personas. Ser consciente de que tus preferencias, necesidades y deseos no son universales.
Tu modelo del mundo está moldeado por tu experiencia en un lugar y un momento concretos. No es el único válido ni el único posible.
Hay una imagen sencilla que lo ilustra bien: dos personas discuten desde lados opuestos de un número dibujado en el suelo. Una dice que es un 6. La otra dice que es un 9. Ambas están convencidas de que tienen razón. Y ambas la tienen.
Vivir fuera me ha hecho más prudente. Me ha ayudado a cuestionar lo que antes daba por hecho. A la hora de diseñar, me recuerda que no debo proyectar mis certezas sobre los demás. Que necesito hablar con quienes van a usar el edificio. Escuchar, aprender y traducir sus experiencias en espacios que les sirvan. A ellos, no a mí.
Vivir fuera también me invita a buscar un equilibrio: celebrar mi identidad, mis raíces, mi cultura… sin ser víctima de ellas.
> Más a partir del minuto 17 de la grabación
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Raúl y yo también hablamos de otros temas como:
Tres momentos difíciles que acabé celebrando
Por qué decidí irme a vivir a Azerbaiyán
Cómo adaptar el entorno para mejorar nuestra salud
Aquí el vídeo completo de la conversación: Youtube
También en audio: Spotify
O directamente en la newsletter de Raúl: Substack
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📖 Otros posts relacionados:
Muy buenas las tres historias! Me ha encantado el tema de los girasoles y cómo conecta con la arquitectura que a veces nos aísla de lo esencial. Y lo del número en el suelo… una forma sencilla pero poderosa de recordarnos que no todo gira en torno a nuestro punto de vista!
Conocía bien las 2 primeras historias/reflexiones gracias a ti y a haberte leído en estos últimos meses (mi favorita es la de "Antifrágil").
La tercera del "6 y el 9" la desconocía y me ha parecido también muy interesante, me mucho al gato de Schrödinger).
En cuanto al podcast ya me he puesto los primeros minutos, cuando lo acabe te comentaré que me ha parecido.
PD: Me ha hecho mucha gracia el comentario de tu madre... haz algo!