La casa del pueblo es antifrágil
Arquitectura, inteligencia colectiva y un futuro incierto
La arquitectura surgió como herramienta para habitar la naturaleza. Así, la cueva y la cabaña de palos fueron los primeros espacios que utilizamos para protegernos del exterior.
Con el tiempo, la inteligencia colectiva permitió perfeccionar las construcciones, ya que cada generación trataba de mejorar a la anterior. La arquitectura que sobrevivía era la que mejor se adaptaba tanto al entorno físico (clima, geografía, biodiversidad, recursos naturales, etc.) como al entorno social (formas de vida, conocimiento local, tradiciones, símbolos, mitos, creencias).
Este conocimiento ancestral progresó entrelazando formas y materiales con cultura y hábitos para llegar hasta nuestros días.
Piensa en una casa de pueblo. Las pequeñas ventanas y los gruesos muros de tierra o piedra, junto a una sucesión de capas (persianas, contraventanas, cortinas, alfombras, etc.) ayudan a mantener unas condiciones térmicas aceptables. Una chimenea central crea diferencias de temperatura que definen el uso de cada habitación a lo largo del día y el año.
Y es que la arquitectura tradicional requiere habitantes activos. Por ejemplo:
En la casa rural ibicenca se dormía en la cocina en las noches más frías del invierno, pues se mantenía caliente gracias a los bancos de piedra que rodeaban el horno1.
En algunas granjas, los animales duermen en el piso inferior y los humanos en el superior, de modo que estos aprovechan el calor que desprenden los cuerpos de los animales.
De esta manera, nuestros antepasados estaban acostumbrados a ajustar su comportamiento en función de las condiciones térmicas exteriores: ponerse o quitarse capas de ropa, cambiar de habitación, ajustar la comida y bebida que ingerían o la actividad física que realizaban. Esta mayor conexión con los ciclos de la naturaleza también les obligaba a aceptar un mayor rango de condiciones térmicas (más frío y más calor).
Esta interdependencia entre clima, edificios y hábitos supone que la arquitectura tradicional mejore con el paso del tiempo.
Supone que sea antifrágil.
PERO…
¿Qué es antifrágil?
El filósofo libanés Nassim Taleb define antifrágil como aquello que se beneficia del paso del tiempo, el estrés o la volatilidad. Es decir, aquello que mejora gracias al cambio, la variabilidad y la incertidumbre.
Según Taleb, algo que no resiste la volatilidad es frágil; algo que sí la resiste es robusto o resiliente, y algo que no solo la resiste, sino que, además, se beneficia de ella, es antifrágil.
Por ejemplo, según la mitología griega:
● Damocles era frágil. Disfrutaba cómodamente de un banquete mientras una espada sujeta de un hilo colgaba sobre su cabeza. La más mínima volatilidad en su entorno podría hacer que el hilo se rompiera y muriera.
● El Ave Fénix era robusto o resiliente. Renacía de sus propias cenizas. Podía recuperarse y renovarse después de cada ciclo de vida. Era indiferente a la volatilidad y el desorden.
● La Hidra era antifrágil. Cada vez que se le cortaba una cabeza, le crecían dos más en su lugar. Se beneficiaba del estrés y el paso del tiempo.
Durante miles de años, la arquitectura evolucionó por medio de ajustes progresivos gracias a los pequeños errores de los que los humanos íbamos aprendiendo. Lo que era frágil no ha sobrevivido porque ha tenido ya muchas oportunidades de romperse o fallar.
Por lo tanto, la arquitectura tradicional que ha llegado hasta nuestros días es el resultado de un largo diálogo entre los componentes físicos y sociales del entorno. Una arquitectura antifrágil que ha mejorado gracias al paso del tiempo, la volatilidad y la incertidumbre.
Sin embargo, la arquitectura que hoy construimos huye de la volatilidad. Edificios mecánicos que nos aíslan del entorno para ofrecernos el control absoluto sobre las condiciones interiores por medio de sistemas artificiales (aire acondicionado, calefacción central, ventilación mecánica…). Somos como Damocles disfrutando cómodamente del banquete con la espada sobre nuestra cabeza. Cuanto más cómodos estamos como individuos, más incómodos estamos como especie. Así, hasta que un día cae la espada.
Piensa, por ejemplo, en el efecto dominó de los apagones eléctricos causados por olas de calor, cada vez más frecuentes. Cuando las temperaturas suben, el uso del aire acondicionado se dispara debido a que los edificios no son capaces de mantener unas condiciones térmicas aceptables por sí mismos. La combinación de las altas temperaturas y el alto consumo de electricidad aumenta la presión sobre la red y causa apagones.
Por ejemplo, un informe reciente advierte que la mitad de la población de Phoenix, EE. UU. (casi 800.000 personas) necesitaría atención médica urgente en caso de que no pudieran utilizar aparatos de aire acondicionado durante una ola de calor2. Habría personas asfixiadas en edificios cuyas ventanas no pueden abrirse en favor de la eficiencia.
En definitiva, la dependencia de los edificios de sistemas artificiales los convierte en frágiles. No resisten la volatilidad porque confían en exceso en tecnologías que todavía no han superado la prueba del tiempo.
Estamos construyendo edificios conectados a respiradores artificiales que son incapaces de respirar por sí mismos. Edificios orientados al control que nos exponen a los riesgos más incontrolables.
Ante un futuro incierto y volátil, ¿podemos aprender de la arquitectura previa al aire acondicionado?
¿Podemos recuperar la antifragilidad de la casa del pueblo?
Miguel Ángel Díaz Camacho, Arquitectura y cambio climático, 1.a ed. (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2020), 64.
Brian Jr. Stone et al., «How Blackouts during Heat Waves Amplify Mortality and Morbidity Risk», Environmental Science & Technology 57, n.o 22 (6 de junio de 2023): 8245-55, https://doi.org/10.1021/acs.est.2c09588.
Me encanta la deriva que haces hacia temas mitológicos, arquitectura y mitología, ¡nunca lo hubiera imaginado!
Por cierto muy bonita la foto de la Ermita de la Trinidad de Valldemossa, también me parece un lugar "antrifrágil", se beneficia de la belleza del entorno.
Me ha parecido muy interesante la explicación del término "antifrágil". Antes de haber leído este post yo lo habría descrito como robusto, pero he entendido perfectamente la diferencia gracias al ejemplo que pones basado en la mitología griega. Me ha gustado especialmente la conclusión final sobre los edificios que se construyen hoy en día "conectados a respiradores artificiales", es bastante alarmante pensar que habría serios problemas para la gente que habita en ellos si por ejemplo el aire acondicionado dejara de funcionar.