Mira esta foto:
Fue tomada en el borde del Parque Nacional de los Volcanes, en Ruanda.
A la izquierda, lo «salvaje»: el hábitat de los gorilas de montaña.
A la derecha, lo «productivo»: monocultivos agrícolas plantados por humanos.
La separación entre sociedad y naturaleza nunca fue tan radical.
Estas fronteras artificiales nos invitan a interpretar el bienestar de personas y animales como opuestos. Una lógica que está poniendo en riesgo a miles de especies. Entre ellas, el gorila de montaña: uno de nuestros parientes más cercanos, con el que compartimos el 98% del ADN.
Hoy te hablo de un proyecto que rema en sentido contrario. Un campus diseñado teniendo en cuenta la salud de humanos, animales y plantas. No como esferas independientes, sino como realidades interconectadas que se necesitan mutuamente.
Una sola salud
El enfoque «Una sola salud» (One Health) propone entender el bienestar como algo integrado, reconociendo que no podemos cuidar nuestra salud si los ecosistemas colapsan.
Antes de seguir, te tengo que presentar rápidamente a una persona: Dian Fossey. Esta primatóloga estadounidense dedicó su vida a estudiar y proteger a los gorilas de montaña. Su trabajo ayudó a generar conciencia global sobre estos animales y los ecosistemas en los que viven.
Por su trabajo, Fossey hizo muchos amigos y también algunos enemigos. Murió asesinada en 1985. Sin embargo, su legado continúa hoy a través de la Fundación Dian Fossey, que promueve la investigación, la educación y el desarrollo comunitario en torno a los gorilas.
Esta misión no solo es importante para los animales, sino también para las personas. Como decíamos, la salud humana, animal y ambiental no son esferas separadas, sino que están entrelazadas.
Por eso, cuando la Fundación Dian Fossey invitó a MASS a diseñar y construir su nuevo campus junto al Parque Nacional de los Volcanes, en Ruanda, surgieron algunas preguntas:
¿Cómo puede el proyecto beneficiar al entorno?
¿Cómo diseñar desde la interdependencia de humanos, animales y medio ambiente?
Una cabaña en el bosque
El objetivo era crear un centro de investigación, educación y conservación. Un espacio donde científicos, estudiantes y la comunidad local pudieran encontrarse y trabajar juntos.
La referencia era clara: la tienda de campaña que Dian Fossey había instalado en el bosque más de 50 años atrás. Esa cabaña, modesta pero en armonía con el lugar, sirvió como punto de partida para el diseño.
Este fue el resultado:
Los edificios se integran en el lugar. Las cubiertas verdes funcionan como copas de árboles. Las columnas evocan troncos. Las aperturas conectan el interior con el exterior, permitiendo la entrada de aire fresco y luz natural.
La arquitectura no se impone sobre el paisaje, sino que se funde con él.
Pero el proyecto no busca únicamente minimizar el impacto, sino también restaurar lo que estaba dañado…
Diseño regenerativo
El terreno sobre el que se construyó el campus no era bosque virgen, sino que había sido convertido en tierras de cultivo. Los suelos estaban erosionados. Las plantas nativas habían desaparecido. Y con ellas, la variedad de formas de vida que existían en el lugar.
Con el objetivo de regenerar ese tejido biológico, se colaboró con científicos y botánicos locales para conseguir más de 250.000 plantas nativas de 120 especies distintas y propagarlas por el terreno. También en las cubiertas de los edificios, que hoy atraen insectos polinizadores.
Con el tiempo, el proyecto ha empezado a dar frutos. En dos años, la presencia de aves aumentó y se diversificó hasta incluir 52 especies. El paisaje recuperó complejidad. Los sistemas naturales volvieron a funcionar.
De este modo, el campus no solo respeta el entorno, sino que lo regenera. Y se convierte en un modelo del que otros lugares pueden aprender.
Porque el campus es también un espacio educativo. Un lugar donde los visitantes, los estudiantes y la comunidad local pueden ver, tocar y entender cómo funciona un ecosistema sano. Un laboratorio viviente que demuestra que es posible restaurar la biodiversidad y mejorar nuestras condiciones de vida al mismo tiempo.
Una infraestructura ecológica y educativa. Y un recordatorio de los múltiples beneficios del diseño regenerativo.
Una sabiduría antigua
Hoy usamos términos sofisticados como «diseño regenerativo» o «One Health», pero la idea detrás de este proyecto no es nueva.
La búsqueda de equilibrio a través de la colaboración con la naturaleza es la base de muchas formas de vida ancestrales e indígenas. De hecho, muchas de estas culturas no separan lo humano de lo no-humano, ya que consideran que todas las especies están dotadas de alma1.
Cuando las comunidades Lakota, en lo que hoy es Estados Unidos, dicen Mitakuye Oyasin («Todos estamos relacionados»), se refieren a todos los seres sensibles. De manera similar, tradiciones filosóficas y religiosas como el budismo, el taoísmo o el hinduismo han fundamentado gran parte de su sabiduría espiritual en el reconocimiento de la profunda interconexión de todas las cosas2.
Sin embargo, la sociedad moderna se empeña en dibujar fronteras artificiales en busca de control y conocimiento. Líneas que separan lo civilizado de lo primitivo. Lo ordenado de lo salvaje. Lo humano de lo no humano.
Este campus nos enseña que el diseño puede ser una herramienta para acortar la distancia entre nosotros y el resto del mundo vivo.
Para recordar que no estamos aquí a pesar de la naturaleza.
Sino gracias a ella.
PD1. Me animé a escribir este post tras leer un artículo de Eugenio Fernández, naturalista especializado en divulgación sobre el mundo animal. Eugenio explicaba cómo la conservación de espacios naturales puede generar beneficios económicos y sociales para las comunidades locales, y se refería a la Fundación Dian Fossey. Puedes leer el artículo y echar un vistazo a su blog aquí.
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📖 Posts relacionados:
Rosi Braidotti, El conocimiento posthumano, trad. Júlia Ibarz Pascual (Barcelona: Gedisa Editorial, 2020), cap. 1.
Jeremy Lent, «What Does An Ecological Civilization Look Like?», YES! Magazine, 16 de febrero de 2021.
Muy interesante tu artículo, como siempre. Un par de comentarios:
-¿No crees que el gesto de "como estamos en la naturaleza hay que poner una cubierta verde para que parezca que no hay edificio" puede ser un poco simplista? Por ejemplo, esas cubiertas necesitan más mantenimiento que una cubierta de teja a dos aguas.
-El tema de la presencia humana en la naturaleza, de lo artificial. Estoy vago ahora para mirar exactamente la referencia, pero si no me equivoco, cuando Sáenz de Oíza gana el Premio Nacional de Arquitectura con la Capilla para el Camino de Santiago, hace ya mil años, decía que el mar en primera lectura es agua, pero que si seguimos profundizando, el mar también es barco. Lo mismo que él decía que los postes de alta tensión, lejos de estropear el paisaje, lo reforzaban de cierta manera. Me interesaría saber qué piensas al respecto.
Fascinante, Francisco. Admiro mucho a Dian Fossey entonces me hizo sentido, claro que si, y felicito a todos uds por un diseño tan extraordinario.
La diferencia entre lo ordenado y lo salvaje se ve en todos lados, desafortunadamente. Incluso en donde vivo en México - he convertido mi jardín en un bosque y la casa está fresca todo el año. Un vecino cercano no tiene ni un árbol en su jardín, y la casa lleno de A/C. Es una casa de fin de semana. No entiendo porque quieren estar adentro si vienen a Cuernavaca a disfrutar la eterna primavera (así se llama Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera).