Jardines flotantes
De Barcelona a Nueva York: una estrategia para renaturalizar las ciudades
Durante los últimos 150 años, la expansión de las ciudades nos ha alejado del entorno natural en el que se forjaron nuestros genes.
Numerosos estudios muestran cómo esto influye en nuestra salud física y mental. La falta de espacios naturales contribuye a crear un ambiente adverso con elevados niveles de contaminación sonora, lumínica, del aire y del agua. Estas condiciones fomentan la proliferación de enfermedades como el cáncer, la diabetes o la obesidad.
En respuesta, cada vez más ciudades están apostando por la renaturalización como estrategia para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Sin embargo, en zonas urbanas densas los edificios apenas dejan espacios libres para vegetación. Aunque parezca contradictorio, esto puede ser positivo, ya que una mayor densidad permite un mejor aprovechamiento de infraestructuras (alumbrado, alcantarillado, agua potable, transporte, etc.) y reduce la dependencia del vehículo privado.
Entonces:
¿Cómo podemos renaturalizar entornos densos en los que apenas encontramos espacio libre?
El desafío consiste en reimaginar lo existente y aprovechar al máximo su potencial.
Por ejemplo, Barcelona es una ciudad mediterránea densa con un modelo de planificación urbana reconocido a nivel mundial. Sin embargo, a día de hoy el espacio más valioso de la ciudad permanece infrautilizado. Este lugar abarca 1764 hectáreas, lo que equivale a 2500 campos de fútbol profesional. Y no está en algún lugar alejado de la ciudad, sino sobre sus propios edificios.
Por supuesto, me refiero a sus azoteas:
Cubiertas activas
Desde la antigüedad, las cubiertas de los edificios se han utilizado con funciones sociales y climáticas.
Por ejemplo, en distintas partes del norte de África las casas de adobe contaban con cubiertas planas que servían como espacios de descanso. En la civilización romana, las cubiertas de los edificios incluían jardines y áreas de socialización, proporcionando un refugio fresco en los días calurosos. Durante la Edad Media, en las ciudades islámicas las azoteas seguían siendo espacios de reunión al aire libre. También en Nuevo México, donde las agrupaciones de viviendas de algunos pueblos indígenas hacen un uso característico de la cubierta plana. En ciudades mediterráneas las azoteas han sido lugares donde tender la ropa o celebrar verbenas. Y así, los ejemplos se extienden a lo largo del tiempo y la geografía.
Por el contrario, en la ciudad moderna las azoteas se han convertido en espacios residuales colonizados por instalaciones y equipos mecánicos. Lugares infravalorados y alejados de la mirada de los ciudadanos.
¿Podemos recuperar estos espacios como activo social y medioambiental?
Con ese objetivo nació el proyecto Terrats d’en Xifré, situado en un bloque residencial de principios del siglo XIX en Barcelona. En colaboración con el estudio MataAlta, los propietarios transformaron la azotea de 1500 m² en un jardín flotante con vegetación, espacios para cultivo, zonas de descanso al aire libre y pequeños estanques.
De este modo, repensar lo existente nos permite hacer las ciudades más saludables sin necesidad de consumir más territorio.
Desde el punto de vista medioambiental, las cubiertas vegetales permiten mejorar la calidad del aire, reducir el efecto isla de calor y absorber el agua de lluvia, reduciendo la presión sobre el sistema de alcantarillado. Además, al situarse sobre el edificio ayudan a mejorar su aislamiento térmico.
Desde el punto de vista social, la cercanía de espacios verdes mejora nuestra salud física y mental, influyendo en aspectos como la salud cardiovascular, la ansiedad, la calidad de sueño, la longevidad o la tasa de partos prematuros. Además, transformar azoteas en jardines y huertos fomenta la interacción entre los vecinos y permite la producción de alimentos tanto para consumo propio como para su venta.
Este último punto es especialmente relevante por su capacidad de transformar no solo las ciudades, sino también el sistema alimentario. La agricultura urbana permite conectar a los ciudadanos con el proceso de producción de alimentos y reducir la contaminación asociada al transporte.
Un ejemplo es Brooklyn Grange en Nueva York, el huerto sobre azotea más grande del mundo. Con una superficie de una hectárea, produce más de 20 000 kilogramos de productos orgánicos al año, que se venden tanto a particulares como a restaurantes de la zona. Un modelo que se está expandiendo en ciudades de todo el mundo, como Singapur, Tokio, Santiago de Chile, Toronto, Copenhague o Johannesburgo.
Además, los jardines flotantes también contribuyen a la biodiversidad.
En Barcelona, Terrats d’en Xifré incluye más de 40 especies vegetales y casi 10 000 plantas aromáticas. Estas son beneficiosas tanto para los insectos polinizadores como para aves locales y migratorias, a las que proporcionan lugares de anidación y alimento.
Por supuesto, el potencial de impacto de un jardín flotante aislado es limitado. Sin embargo, sus beneficios crecen exponencialmente conforme la ciudad incorpora más espacios similares. Por ello, el Ayuntamiento de Barcelona está promoviendo la activación de jardines y huertos en las azoteas y su uso por parte de las comunidades de vecinos. Una red de espacios verdes que sustentan relaciones sociales y ecológicas.
Por lo tanto, uno de los objetivos de las ciudades del siglo XXI es devolverle a la naturaleza parte del espacio perdido.
Desde un enfoque medioambiental, buscamos mejorar la salud de los ecosistemas.
Desde un enfoque social, promovemos nuestra salud física y mental gracias a recuperar la conexión con la naturaleza.
De este modo, los jardines flotantes son una invitación a reconocer la interdependencia de todos los seres vivos.
Y a aceptar que la salud humana y medioambiental son dos caras de una misma moneda.
PD1. Fíjate en la última imagen: hay paneles fotovoltaicos en las pequeñas cubiertas de los volúmenes de las escaleras. Estos suministran energía a las bombas de riego y al sistema de iluminación LED de la azotea, con el objetivo de que el proyecto sea autosuficiente.
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Me encanta esta "iniciativa" y espero que se ponga de moda.
Aprovechamiento de un espacio (el de las azoteas) que como dices está ahora mismo muy desaprovechado e invadido por principalmente antenas y similares, y en las grandes ciudades una mejora de la calidad del aire (aunque supongo que harían falta muchas "azoteas verdes" para que fuera realmente notorio) cada vez va a ser más vital.
Entiendo que para tener más proyectos como el de "Terrats d’en Xifré" hace falta que los propietarios/inquilinos de los edificios se sumen a estas iniciativas y te pregunto (desde mi más absoluto desconocimiento) ¿Es necesario reforzar/modificar el techo del edificio antes de empezar este tipo de proyecto? (Lo digo porque siempre he escuchado que el suelo de las azoteas de los edificios es "muy endeble" o cosas similares, igual es una tontería que se ha repetido una y otra vez sin fundamento alguno).
Es interesante que los llamas jardines "flotantes" como si estuvieran flotando sobre agua. Que buen proyecto, me levanta el corazón al saber que el gob de Barcelona apoye un proyecto así.
Saludos desde un Cuernavaca lluviosa, las primeras lluvias ya llegaron.