Cuando empezado a leer y he visto el nombre del pueblo, lo he buscado en el mapa, soy alicantina pero nunca lo había oído (me ha encantado descubrirlo)… conforme avanzaba la lectura construía en mi cabeza Monte Coto y zas, aparece la foto. Lo conozco por la museografía que hizo Rocamora. Se la encargaron para poner en valor la cantera, su historia… y mientras la estudiaba pensaba que era un paisaje construido pero a la vez que era una pena esa montaña… a veces se nos olvida valorar que toda acción tiene una consecuencia, hasta recoger una piedra en el suelo
Es una obra de ingeniería espectacular, toda una hazaña. Lo importante es que esa demostración de poder no nos nuble la vista y que seamos conscientes de las repercusiones a largo plazo de cómo interpretamos y transformamos el paisaje. Como dices, es fácil no valorar lo que damos por hecho, hasta que lo echamos de menos. Muchas gracias por tu comentario, Diana.
Imposible no emocionarme viendo que incluyes uno de los sitios mas emblemáticos de la cultura de mi país, Francisco.
Me llevo la reflexión sobre el equilibrio entre los distintos modelos y visiones del mundo. Por un lado, debemos cuidar que la provisión de bienestar y desarrollo de las naciones no impacte en manera desmedida el medioambiente y asegure además un mundo más justo. Pero al mismo tiempo, no debemos dejar de lado que las brechas en calidad de vida y acceso servicios básicos son gigantes en todo el mundo, en donde el 44% de la población subsiste con menos de USD 7 al día. Asimismo, la transición en temas ambientales va a requerir movilizaciones de capital sin precedentes.
Creo que has destacado precisamente la parte más importante del texto: la necesidad de encontrar la armonía entre distintas ideas de desarrollo.
Seguramente conoces la metáfora del “donut” que propone la economista Kate Raworth para ilustrar este equilibrio. Según ella, el punto ideal se encuentra en el espacio entre dos anillos:
- El anillo interior representa el suelo social, que garantiza el acceso a necesidades básicas como agua potable, salud, educación o vivienda.
- El anillo exterior marca el techo ecológico, los límites del planeta que no debemos sobrepasar para evitar crisis ambientales.
- La masa del donut, el espacio intermedio, es donde podemos construir sociedades prósperas.
Este marco nos recuerda que el desafío no es solo reducir el impacto ambiental, sino hacerlo a la vez que mejoramos la calidad de vida. Como dices, es un desafío sin precedentes.
Muchas gracias por compartir tus reflexiones, David. Te lo agradezco.
Es cierto que los intereses económicos suelen inclinar la balanza, pero quiero pensar que no es del todo imposible, aunque sin duda sea una batalla cuesta arriba. Muchas gracias por comentar, María.
Muy interesante, me gusta mucho como alternas en tus textos entre historia y arquitectura.
En cuanto a lo que planteas/explicas... que complejo es encontrar un equilibrio "perfecto" en la mayoría de ámbitos de la vida, y por lo que he ido aprendiendo gracias a ti en concreto en la arquitectura.
PD: No sabía que la explotación de mármol de Algueña era tan grande (y eso que soy de Alicante).
Tu comentario sobre el equilibrio me recuerda a lo que dice la botánica Robin Wall Kimmerer:
«El equilibrio, por definición, nunca se está quieto. No es un lugar pasivo, al que se llega una vez y para siempre, sino que exige un constante trabajo, adición y resta, rastrillar, incorporar.»
Más que un sustantivo, el equilibrio parece un verbo.
Gran tema y es lo que enfrentamos como civilización, nuestra responsabilidad frente al planeta mejorando nuestro vivir en el. Y sin duda se puede, civilizaciónes anteriores lo hicieron, nuestra evolución debe sacar provecho, de manera lógica, de los recursos ambientales recompensando eficazmente para no romper los equilibrios del medioambiente. Gracias por la reflexión.
Estoy de acuerdo, Fabyan. Otras civilizaciones encontraron formas de habitar el entorno sin romper sus equilibrios, integrando sus necesidades en los ciclos naturales. Que lo hicieran porque no les quedaba más remedio no quiere decir que no podamos aprender de ello. Recuperar esa intuición premoderna puede ayudarnos a usar los recursos con sentido común.
Muy interesante, además de reflexionar sobre el equilibrio entre el respeto y los recursos naturales que, no nos engañemos, pueden ser un bien al pueblo
Es un punto importante. Para muchos pueblos, la explotación del paisaje es un motor económico, por lo que estos debates no deberían reducirse a todo o nada.
Incluso desde una visión antropocéntrica, es clave priorizar el largo plazo sobre los beneficios inmediatos. También considerar el impacto en la salud de los habitantes, que rara vez es nulo, como el aumento de enfermedades respiratorias en el caso de la explotación de una montaña.
Me ha encantado este post. Engrandece el entorno, algo muy necesario en la era que vivimos. Sí. Una montaña es algo más que una montaña. Puede ser una arruga que da identidad al rostro de un anciano, o la graciosa peca que hace más guapa a una niña... Una seña más que personaliza nuestro paisaje, nuestro entorno, un distintivo que nos dice el sitio donde estamos y nos hace quererlo cada día más.
Me gusta cómo lo describes: marcas que hacen único un lugar, como arrugas en un rostro. El paisaje es parte de nuestra identidad y memoria. Celebrarlo tiene más sentido que explotarlo. De alguien debo haberlo aprendido.
En efecto, nos urge recuperar nuestra visión ancestral sobre la Naturaleza, que la tuvimos, allá por la Edad del Bronce, hasta que llegaron los indoeuropeos y nos metieron en el Neolítico puro y duro...
Cuando empezado a leer y he visto el nombre del pueblo, lo he buscado en el mapa, soy alicantina pero nunca lo había oído (me ha encantado descubrirlo)… conforme avanzaba la lectura construía en mi cabeza Monte Coto y zas, aparece la foto. Lo conozco por la museografía que hizo Rocamora. Se la encargaron para poner en valor la cantera, su historia… y mientras la estudiaba pensaba que era un paisaje construido pero a la vez que era una pena esa montaña… a veces se nos olvida valorar que toda acción tiene una consecuencia, hasta recoger una piedra en el suelo
Es una obra de ingeniería espectacular, toda una hazaña. Lo importante es que esa demostración de poder no nos nuble la vista y que seamos conscientes de las repercusiones a largo plazo de cómo interpretamos y transformamos el paisaje. Como dices, es fácil no valorar lo que damos por hecho, hasta que lo echamos de menos. Muchas gracias por tu comentario, Diana.
Imposible no emocionarme viendo que incluyes uno de los sitios mas emblemáticos de la cultura de mi país, Francisco.
Me llevo la reflexión sobre el equilibrio entre los distintos modelos y visiones del mundo. Por un lado, debemos cuidar que la provisión de bienestar y desarrollo de las naciones no impacte en manera desmedida el medioambiente y asegure además un mundo más justo. Pero al mismo tiempo, no debemos dejar de lado que las brechas en calidad de vida y acceso servicios básicos son gigantes en todo el mundo, en donde el 44% de la población subsiste con menos de USD 7 al día. Asimismo, la transición en temas ambientales va a requerir movilizaciones de capital sin precedentes.
Creo que has destacado precisamente la parte más importante del texto: la necesidad de encontrar la armonía entre distintas ideas de desarrollo.
Seguramente conoces la metáfora del “donut” que propone la economista Kate Raworth para ilustrar este equilibrio. Según ella, el punto ideal se encuentra en el espacio entre dos anillos:
- El anillo interior representa el suelo social, que garantiza el acceso a necesidades básicas como agua potable, salud, educación o vivienda.
- El anillo exterior marca el techo ecológico, los límites del planeta que no debemos sobrepasar para evitar crisis ambientales.
- La masa del donut, el espacio intermedio, es donde podemos construir sociedades prósperas.
Este marco nos recuerda que el desafío no es solo reducir el impacto ambiental, sino hacerlo a la vez que mejoramos la calidad de vida. Como dices, es un desafío sin precedentes.
Muchas gracias por compartir tus reflexiones, David. Te lo agradezco.
Mientras haya alguien sacando dinero, el equilibrio me da que es complicado, por desgracia
Es cierto que los intereses económicos suelen inclinar la balanza, pero quiero pensar que no es del todo imposible, aunque sin duda sea una batalla cuesta arriba. Muchas gracias por comentar, María.
Muy interesante, me gusta mucho como alternas en tus textos entre historia y arquitectura.
En cuanto a lo que planteas/explicas... que complejo es encontrar un equilibrio "perfecto" en la mayoría de ámbitos de la vida, y por lo que he ido aprendiendo gracias a ti en concreto en la arquitectura.
PD: No sabía que la explotación de mármol de Algueña era tan grande (y eso que soy de Alicante).
Tu comentario sobre el equilibrio me recuerda a lo que dice la botánica Robin Wall Kimmerer:
«El equilibrio, por definición, nunca se está quieto. No es un lugar pasivo, al que se llega una vez y para siempre, sino que exige un constante trabajo, adición y resta, rastrillar, incorporar.»
Más que un sustantivo, el equilibrio parece un verbo.
Gran tema y es lo que enfrentamos como civilización, nuestra responsabilidad frente al planeta mejorando nuestro vivir en el. Y sin duda se puede, civilizaciónes anteriores lo hicieron, nuestra evolución debe sacar provecho, de manera lógica, de los recursos ambientales recompensando eficazmente para no romper los equilibrios del medioambiente. Gracias por la reflexión.
Estoy de acuerdo, Fabyan. Otras civilizaciones encontraron formas de habitar el entorno sin romper sus equilibrios, integrando sus necesidades en los ciclos naturales. Que lo hicieran porque no les quedaba más remedio no quiere decir que no podamos aprender de ello. Recuperar esa intuición premoderna puede ayudarnos a usar los recursos con sentido común.
Muy interesante, además de reflexionar sobre el equilibrio entre el respeto y los recursos naturales que, no nos engañemos, pueden ser un bien al pueblo
Es un punto importante. Para muchos pueblos, la explotación del paisaje es un motor económico, por lo que estos debates no deberían reducirse a todo o nada.
Incluso desde una visión antropocéntrica, es clave priorizar el largo plazo sobre los beneficios inmediatos. También considerar el impacto en la salud de los habitantes, que rara vez es nulo, como el aumento de enfermedades respiratorias en el caso de la explotación de una montaña.
Muy interesante tu reflexión. Gracias Francisco.
A ti por leer, Rafa. Y por aportar siempre.
Me ha encantado este post. Engrandece el entorno, algo muy necesario en la era que vivimos. Sí. Una montaña es algo más que una montaña. Puede ser una arruga que da identidad al rostro de un anciano, o la graciosa peca que hace más guapa a una niña... Una seña más que personaliza nuestro paisaje, nuestro entorno, un distintivo que nos dice el sitio donde estamos y nos hace quererlo cada día más.
Me gusta cómo lo describes: marcas que hacen único un lugar, como arrugas en un rostro. El paisaje es parte de nuestra identidad y memoria. Celebrarlo tiene más sentido que explotarlo. De alguien debo haberlo aprendido.
En efecto, nos urge recuperar nuestra visión ancestral sobre la Naturaleza, que la tuvimos, allá por la Edad del Bronce, hasta que llegaron los indoeuropeos y nos metieron en el Neolítico puro y duro...