En 1902, un joven ingeniero llamado Willis Carrier revolucionó la forma en que diseñamos edificios.
En un intento de resolver los problemas que el calor y la humedad causaban en el papel y la tinta de una imprenta en Nueva York, Carrier creó el primer sistema de aire acondicionado moderno, capaz de regular la temperatura y la humedad del aire.
Durante la primera mitad del siglo XX, esta tecnología era todavía demasiado cara como para ser utilizada en edificios de manera generalizada. Sin embargo, en 1948, el edificio de oficinas para Equitable Savings and Loan, construido en Portland, se convirtió en el primer edificio totalmente climatizado por medios artificiales1.
El primer edificio mecánico. ¿El fin del diseño?
Poco a poco, la incorporación de sistemas de climatización artificial en los edificios (aire acondicionado, calefacción central y ventilación mecánica) quitó protagonismo a los métodos de acondicionamiento natural (orientación, forma, elementos de protección, inercia térmica, etc.). La función del edificio como mediador entre el clima exterior y las condiciones interiores perdió relevancia, ya que ahora los sistemas mecánicos asumían ese papel.
La transición no fue inmediata. Al principio, las estrategias naturales y artificiales convivieron en edificios que utilizaban elementos de protección solar (como los toldos) para reducir la presión sobre el sistema de aire acondicionado. Los arquitectos aspiraban a lo mejor de ambas tecnologías.
Sin embargo, poco a poco el dinamismo del edificio climático fue reemplazado por una envolvente de vidrio estática y un espacio interior acondicionado por sistemas mecánicos2.
Trabajar (con) contra el clima
Durante la segunda mitad del siglo XX, la climatización artificial reemplazará casi por completo a las estrategias de diseño climático. Si la orientación, forma y elementos de protección solar de los edificios habían permitido hasta ahora dialogar con el clima, el aire acondicionado parecía ahora la solución más inmediata, efectiva y moderna. Balcones, toldos, persianas, celosías o contraventanas pasaban a ser innecesarios.
El edificio de oficinas para Equitable Savings and Loan es característico de esta segunda fase de la arquitectura moderna. Estas son algunas de sus características:
El vidrio es el principal material de la fachada.
Todas las fachadas tienen la misma cantidad y tamaño de ventanas, independientemente de su orientación.
Todas las fachadas son lisas y estáticas, sin elementos de protección solar (toldos, persianas, contraventanas, etc.).
La forma del edificio es un prisma puro, sin espacios intermedios entre el interior y el exterior (porches, galerías, balcones, patios, etc.).
La temperatura, la humedad y la ventilación del espacio interior están reguladas por sistemas mecánicos.
Las ventanas no pueden abrirse.
Tras la Segunda Guerra Mundial, estas características definieron la expansión del edificio de oficinas moderno en Estados Unidos y, poco a poco, en el resto del mundo.
¿Cuáles son las consecuencias de este nuevo paradigma?
Hasta ahora, los arquitectos debían responder a las condiciones específicas de cada lugar. Sin embargo, desde este momento se prioriza el control, la estandarización del espacio interior y su independencia del exterior.
De este modo, la mecanización de los edificios dio lugar a otra invención clave: el muro cortina. Un sistema de fachada con superficies de vidrio continuas y selladas (piensa en cualquier edificio de oficinas moderno).
Anteriormente, abrir la ventana servía para regular la temperatura y ventilar los espacios interiores. Ahora, los sistemas artificiales invitan a mantener la fachada herméticamente cerrada.
Así, un complicado entramado de conductos y aparatos sustituyó a la ventana que se abre.
Es el momento del arquitecto Mies van der Rohe y su «menos es más», que celebra la eliminación de elementos ornamentales innecesarios. Su Torre Seagram, construida en Nueva York en 1957, se convertirá en un edificio clave en la historia de la arquitectura. La simplicidad estructural, el protagonismo del vidrio y el acero, y su apariencia minimalista definirán el diseño de los rascacielos modernos.
Sin embargo, hoy sabemos que la búsqueda de esa estética esencial dependía (y todavía depende) del consumo de grandes cantidades de energía3.
Hace unos años, la ciudad de Nueva York realizó una auditoría de los edificios de oficinas del centro de Manhattan. Los clasificó según su eficiencia energética, en una escala de 0 a 100. La Torre Seagram obtuvo una calificación de 3, la más baja de todas.
Como cuenta Daniel Barber, «los atributos que han convertido al edificio en una pieza central de la historia de la arquitectura moderna son precisamente los que dificultan su adaptación para cumplir con las demandas de eficiencia energética actuales»4.
Así, delegar el confort interior en sistemas artificiales ha dado lugar a edificios frágiles incapaces de respirar por sí mismos y dependientes de un alto consumo de recursos.
Edificios mecánicos que moldean una ciudad artificial.
Una ciudad desconectada de la naturaleza.
Una jungla de cristal.
PD 1. Una anécdota: El edificio de la película de Bruce Willis es la sede de 20th Century Fox en Los Ángeles. La productora incluso se cobró un alquiler a sí misma por usar el edificio durante el rodaje.
PD 2. Hoy es mi cumple. Si me quieres hacer un regalo, invita a un par de amigos a unirse a la newsletter: fcolom.com
Feliz día 😉
Daniel A. Barber, Modern Architecture and Climate: Design before Air Conditioning (New Jersey: Princeton University Press, 2020), pág. 212.
Barber, pág. 246.
Kiel Moe, Unless: The Seagram Building Construction Ecology (New York: Actar, 2021).
Barber, pág. 261.
Happy Birthday :-)
Y pensar que hoy en día es prácticamente obligatorio la incorporación de sistemas mecánicos de control climático por culpa del CTE... Se ha ido diluyendo poco a poco la preocupación por la incorporación de sistemas pasivos. Nos hemos limitado a levantar máquinas de habitar pero no autónomas, sino dependientes de la energía...