Este error, en el campo del desarrollo de software, es posiblemente uno de los más comunes. Un conjunto de ingenieros que tiene clarísimo cuáles son las últimas tendencias tecnológicas y cómo hacer aplicaciones fascinantes… pero que al final olvidan por completo las necesidades reales de los usuarios. Si un usuario no ve sus expectativas cubiertas, no importa un mojón lo buena que sea la aplicación, porque no la usarán.
Dicho lo cual, esta historia es brutal. Posiblemente, uno de los ejemplos que he leído que mejor expresa la importancia de tener en cuenta al usuario y su punto de vista. Gracias por compartirlo.
Gracias, Miguel. Como dices, este caso es representativo de un problema que no es exclusivo de la arquitectura, sino que afecta a todas las ramas del diseño. Una ciudad, una aplicación, el pomo de una puerta... Todos deberían pensarse como herramientas para hacer la vida de las personas más fácil, no como monumentos a la genialidad de un autor.
En este sentido, el valor del diseño no es intrínseco, no está en el objeto, sino en aquello que el objeto hace posible.
Muchas gracias de nuevo por sumar con tus reflexiones.
Este caso debería enseñarse en todas las escuelas de diseño, arquitectura y salud pública. Porque no se trata solo de construir bien, sino de construir con sentido. La arquitectura no transforma vidas si no escucha primero a quienes las viven. Y este proyecto lo demuestra: cuando se deja de imponer desde arriba y se empieza a co-crear desde abajo, los edificios dejan de ser estructuras para convertirse en espacios de dignidad. Qué necesario es hablar más de sostenibilidad cultural —no como un extra, sino como el verdadero punto de partida.
Gracias por compartir tus reflexiones y poner el foco en la dignidad humana como punto de partida del diseño. Pienso que ese debería ser el motor que guíe todo lo demás. De lo contrario, corremos el riesgo de dedicar demasiado esfuerzo a lo secundario y olvidarnos de lo esencial.
Me ha gustado mucho el texto, como siempre. En concreto esta vez me quedo con tu reflexión de que al final el uso de la madera local, de las paredes de tierra comprimida o de las columnas de ladrillo sin cocer queda en "irrelevante" si no se tiene en cuenta las opiniones de las personas que van a usar esas instalaciones.
Ya te lo comenté en otro de tus textos hace tiempo, me parece maravilloso (aparte de inteligente y recomendable) el consultar con las personas que van a habitar o usar lo que se va a construir.
A veces los diseñadores nos centramos tanto en los aspectos formales o materiales que olvidamos que sin la participación de las personas nada de eso tiene sentido. Consultar a quienes van a usar el espacio puede marcar la diferencia entre un proyecto con buenas intenciones y uno verdaderamente útil.
Hablar con los futuros usuarios de un edificio es clave para su éxito.
Francisco, me encantó tu artículo y aquí te va una pregunta. ¿Toman en cuenta la cuestión de genero en el equipo de diseño? Mujeres hablando con mujeres facilita y resulta en apertura y confianza, yo diría. Es que muchos de los edificios públicos están diseñados por hombres sin idea de las necesidades verdaderas de las mujeres, tal vez el caso en Malawi.
Mi experiencia es en el diseño de identidades corporativas, y cuando hicimos la marca de Compartamos Banco aquí en México fue importantísimo hablar con las mujeres, las que son los clientes del banco. Sin hablar con ellas la marca nunca hubiera tenido impacto, ni presencia en sus mentes. El diseño tiene que ser inclusivo en todos los sentidos.
Gracias por destacar este aspecto, Rosalind. Como dices, es una cuestión que debe abordarse en todas direcciones y no solo en términos simbólicos o cuantitativos. En este tipo de proyectos, es clave generar confianza y crear un entorno donde las personas se sientan cómodas compartiendo sus experiencias.
Me alegra mucho que te interesen los textos. Gracias por compartir también tus reflexiones.
Vamos, que en los primeros prototipos no dieron ni una.
No entiendo eso de hacer zonas "comunes", entendiendo que las personas tenemos los instintos del ganado. Quizá sea un tema cultural de ellos, no lo sé.
Cuando nosotros estuvimos en el hospital después de tener a la niña, estuvimos unos días en la gloria en el hospital, hasta que pusieron a otra familia en la cama de al lado. No me puedo imaginar compartir espacio con otras 35 mujeres y sus familias, cada una de su padre y de su madre.
Imagino que la idea de un único pabellón compartido por 36 mujeres fue simplemente la solución más rápida y barata: poner un techo sobre sus cabezas. Pero quedó claro que eso no era suficiente.
Creo que una de las claves en estos casos es encontrar el equilibrio entre el deseo de privacidad y las limitaciones de un presupuesto ajustado. En ese sentido, la segunda propuesta parece más exitosa.
Este error, en el campo del desarrollo de software, es posiblemente uno de los más comunes. Un conjunto de ingenieros que tiene clarísimo cuáles son las últimas tendencias tecnológicas y cómo hacer aplicaciones fascinantes… pero que al final olvidan por completo las necesidades reales de los usuarios. Si un usuario no ve sus expectativas cubiertas, no importa un mojón lo buena que sea la aplicación, porque no la usarán.
Dicho lo cual, esta historia es brutal. Posiblemente, uno de los ejemplos que he leído que mejor expresa la importancia de tener en cuenta al usuario y su punto de vista. Gracias por compartirlo.
Gracias, Miguel. Como dices, este caso es representativo de un problema que no es exclusivo de la arquitectura, sino que afecta a todas las ramas del diseño. Una ciudad, una aplicación, el pomo de una puerta... Todos deberían pensarse como herramientas para hacer la vida de las personas más fácil, no como monumentos a la genialidad de un autor.
En este sentido, el valor del diseño no es intrínseco, no está en el objeto, sino en aquello que el objeto hace posible.
Muchas gracias de nuevo por sumar con tus reflexiones.
Este caso debería enseñarse en todas las escuelas de diseño, arquitectura y salud pública. Porque no se trata solo de construir bien, sino de construir con sentido. La arquitectura no transforma vidas si no escucha primero a quienes las viven. Y este proyecto lo demuestra: cuando se deja de imponer desde arriba y se empieza a co-crear desde abajo, los edificios dejan de ser estructuras para convertirse en espacios de dignidad. Qué necesario es hablar más de sostenibilidad cultural —no como un extra, sino como el verdadero punto de partida.
Gracias por compartir tus reflexiones y poner el foco en la dignidad humana como punto de partida del diseño. Pienso que ese debería ser el motor que guíe todo lo demás. De lo contrario, corremos el riesgo de dedicar demasiado esfuerzo a lo secundario y olvidarnos de lo esencial.
Me ha gustado mucho el texto, como siempre. En concreto esta vez me quedo con tu reflexión de que al final el uso de la madera local, de las paredes de tierra comprimida o de las columnas de ladrillo sin cocer queda en "irrelevante" si no se tiene en cuenta las opiniones de las personas que van a usar esas instalaciones.
Ya te lo comenté en otro de tus textos hace tiempo, me parece maravilloso (aparte de inteligente y recomendable) el consultar con las personas que van a habitar o usar lo que se va a construir.
A veces los diseñadores nos centramos tanto en los aspectos formales o materiales que olvidamos que sin la participación de las personas nada de eso tiene sentido. Consultar a quienes van a usar el espacio puede marcar la diferencia entre un proyecto con buenas intenciones y uno verdaderamente útil.
Gracias, como siempre, por comentar.
Hablar con los futuros usuarios de un edificio es clave para su éxito.
Francisco, me encantó tu artículo y aquí te va una pregunta. ¿Toman en cuenta la cuestión de genero en el equipo de diseño? Mujeres hablando con mujeres facilita y resulta en apertura y confianza, yo diría. Es que muchos de los edificios públicos están diseñados por hombres sin idea de las necesidades verdaderas de las mujeres, tal vez el caso en Malawi.
Mi experiencia es en el diseño de identidades corporativas, y cuando hicimos la marca de Compartamos Banco aquí en México fue importantísimo hablar con las mujeres, las que son los clientes del banco. Sin hablar con ellas la marca nunca hubiera tenido impacto, ni presencia en sus mentes. El diseño tiene que ser inclusivo en todos los sentidos.
Me di un paseo por tu página, trabajo fantástico!
Gracias por destacar este aspecto, Rosalind. Como dices, es una cuestión que debe abordarse en todas direcciones y no solo en términos simbólicos o cuantitativos. En este tipo de proyectos, es clave generar confianza y crear un entorno donde las personas se sientan cómodas compartiendo sus experiencias.
Me alegra mucho que te interesen los textos. Gracias por compartir también tus reflexiones.
Belleza de proyecto!
¡Gracias Héctor!
Vamos, que en los primeros prototipos no dieron ni una.
No entiendo eso de hacer zonas "comunes", entendiendo que las personas tenemos los instintos del ganado. Quizá sea un tema cultural de ellos, no lo sé.
Cuando nosotros estuvimos en el hospital después de tener a la niña, estuvimos unos días en la gloria en el hospital, hasta que pusieron a otra familia en la cama de al lado. No me puedo imaginar compartir espacio con otras 35 mujeres y sus familias, cada una de su padre y de su madre.
Imagino que la idea de un único pabellón compartido por 36 mujeres fue simplemente la solución más rápida y barata: poner un techo sobre sus cabezas. Pero quedó claro que eso no era suficiente.
Creo que una de las claves en estos casos es encontrar el equilibrio entre el deseo de privacidad y las limitaciones de un presupuesto ajustado. En ese sentido, la segunda propuesta parece más exitosa.